ROMANCE DEL ERMITAÑO
por Antonio Budano Roig
Semi oculta entre ramajes
tras un enhiesto picacho,
como una esperanza muerta,
como hogar abandonado,
humilde se alza una ermita
con la vejez que los años
implantaron en sus muros
por el tiempo derrumbados.
Recuerdo que muchas tardes
cruzaba con quedo paso
por esa ermita delante
donde estaba el ermitaño ...
Y a veces, cuando mi amada
me acompañaba en el paso
aquel varón noble y bueno,
aquel de cabellos blancos,
vertía sus bendiciones,
en nuestras almas de pájaros ...
La cerviz bajaba luego
y con los ojos acaso
ensombrecidos de lágrimas,
nos contaba su pasado ...
En su juventud remota
fue pastor que por los prados
corría alegre y dichoso
conduciendo su rebaño,
libre de penas y amores,
con canciones en los labios ...
Por las tardes, a la sombra
primorosa de algún álamo,
mientras pacían tranquilas
las ovejas del rebaño,
con poética zampoña
entonaba suaves cantos ...
Hasta que una tarde quieta
pasó el Amor por sus campos
con las formas vaporosas
de una mujer ... y el arcano
de su vida transformose
en un reino de amaranto ...
Del amor gustó la dicha
derramada por los prados,
que se tornara más tarde
en falaces desencantos,
cuando interpuso el destino
su perfil sombrío y vago
entre letales tinieblas
que temblorosas pasaron,
para llevarse la esencia
de su amor al camposanto! ...
Y el pastor de la montaña,
aquel de los dulces cantos,
penitente de su suerte
se hizo entonces ermitaño.
Y en la tranquila campiña
quedó solo meditando
con su esperanza marchita
hsta volverse un anciano,
doblegado por las penas
que le brindarán los años ...
Ahora está triste la ermita
porque no está el ermitaño ...
Córdoba, 1934.
Revista "Nativa" n°28 del 31 de agosto de
1934
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